lunes, 1 de febrero de 2010

Sobre mis comienzos en eso del shaping...

Del primer arreglo que le hicimos a la “lipsticks” vinieron todos los de más; mejoramos el material y el resultado, y empecé a cogerle el callo a eso de la resina y el catalizador.

Así, cuatro años después, en mi 16 cumpleaños, recibí uno de los mejores regalos que he recibido jamás: un foam, resina y fibra para hacer mi propia tabla.

Al recibirlo no me lo pude creer. Tenía muchísimas ganas de hacerla; tenía un garaje, y el material. Pero no tenía ni puta idea ni de por dónde empezar.

No conocía a nadie que hubiera hecho una tabla antes, ni siquiera conocía a nadie que supiera de qué estaba hecha una tabla. Así que me puse a buscar: busqué y busqué información sobre cómo hacerla en internet. Vi montones de videos de shape y glass… me informé de todo, pero me daba miedo empezarla, porque había muchos procesos muy complicados: que si el planner, la lijadora eléctrica… todas esas cosas me daban muy mal rollo…

Así que decidí hacerla a mi manera. A finales de noviembre, el día en que me dio, cogí un taco de madera, le puse una lija del 40 y empecé a quitarle al foam esa dura capa que tenía por fuera. Para los que no sepan de qué hablo: un foam es como un huevo duro; tiene cascara, y hay que quitársela.

Y esa cascara era muy dura. Pero eso no hizo que me detuviera, y al mes de empezarla tenía el shape terminado.

Increíble. Era la tabla más bonita del mundo: un twinfin gordete 5’ 4”. Creo que no se puede estar más orgulloso de algo, que de lo que estuve yo de esa tabla; la había hecho yo solo, a los 16 años, sin herramientas eléctricas, sin más información que la que había sacado de internet, y ¡había quedado bien!

Pero aún faltaba lo más difícil: el glass. Pero eso eran palabras mayores, y ahí si que recibí cierta ayuda: mi padre me llevó un día a pukas, y el tío que estaba allí glaseando, un australiano creo que era, me enseñó cómo lo hacia él. Se me fueron todos los miedos; glasear parecía la cosa más fácil del mundo… Os aviso: no lo es.

Pero la tabla salió adelante con algo más de peso del debido y una pequeña mancha que no sabía de dónde hostias había salido.

Mi padre me aseguró que al comprar el material, en olatu le habían dicho que me pondrían las quillas gratis (pensadlo: para ponerle los tapones a una tabla, hay que usar el taladro) asique se la llevé, y Kevin (Kevin se llama no?) le puso los tapones. Pero no fue gratis, nos hicieron pagar los muy perros.

Lijarla es un largo y duro trabajo, para el que finalmente decidí mangarle la lijadora a mi padre. Después de lijarla, Asier Agirre era el dueño de la tabla más bonita del mundo: shaped by Asier Agirre.

1 comentario:

  1. Me abono a tu blog, interesante!Buena suerte con tus aventuras coincidiremos en el agua

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